'Somos Poblanos'
Conectando a mi hijo al país que dejé.
POR EMMA COHETERO
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arte por Terrence Taylor |
Desde que mi hijo era muy pequeño, tenía la ilusión de poder viajar a México con mi nueva familia. Quería que Jason conociera a sus abuelos y el lugar donde yo nací y viví hasta los 12 años.
Vine a los Estados Unidos por la necesidad de trabajar y poder ganar dinero para ayudar a mi madre y hermanos menores. En México los sueldos son muy bajos. Y he tenido buenas experiencias aquí. Este país, para mí es madre adoptiva, dejándome entrar. Pero al irme de mi país, he perdido la oportunidad de estar a lado del ser más amado y valioso que Dios me ha dado, mi madre.
Extrañando a México
Extraño todo de México: la comida, las tradiciones, mi gente, mi madre, y mi familia. Extraño sobre todo el aire, especialmente por la tarde cuando termina de llover. Extraño ver un amanecer, escuchar el canto de los pajaritos, el repicar de las campanas anunciado que ha llegado un nuevo día.
Mi hijo tiene la ventaja de ser un ciudadano americano. El puede viajar a cualquier lado que desea. Pero, considero que mi hijo tiene una infancia con poca libertad. Hache no tenemos espacio como en Acatlán. En Nueva York vivimos en un cuarto pequeño que compartimos con otra familia. El apartamento solo tiene tres cuartos, una cocina, y un baño.
El vecindario es ruidoso, con gente alrededor que uno tal vez conoce de vista pero nada más. La gente que habitaba en el lugar de mi infancia era poca--tal vez 5 familias extendidas. Nos respetábamos y nos cuidaban de los peligros que enfrentábamos.
Somos Poblanos
Quería enseñarle a mi hijo acerca del sitio donde yo crecí, un lugar con muchos árboles de diferentes tamaños y colores, y hierba en la tierra que al caminar uno puede ir descalzo. Algunas hierbas cubren los pies y algunos son hasta la cintura de la persona. Algunas hierbas tienen espinas pero la mayor parte son con flores muy lindas, hermosas y con agradable aroma. Hay diferentes aves volando, cantando, caminando en la hierba buscando gusanos, semillas, y frutas de los árboles.
Yo le contaba a Jason: “México es muy grande, tiene diferentes tradiciones, costumbres, formas de vestir de acuerdo al estado donde uno vive. Nosotros somos poblanos”
“¿Y por qué, mamá?”
“Porque el lugar donde tus abuelas viven pertenece al estado de Puebla.”
“¿Y cómo es donde tu mama vive?”
“Bueno se llama Acatlán Puebla. El clima el mayor tiempo es caliente, solo en Navidad hace frío pero no hay nieve. Llueve al igual que aquí con truenos y relámpagos.
“Hay muchos árboles y la mayoría de la gente tiene gatos, perros, pájaros, y un jardín con flores de diferentes colores afuera de sus casas. Los mercados de comida son como a 20 minutos de casa de mi mama. Hay persones vendiendo frutas, flores, y legumbres en la orilla de las calles, sobre un pedazo de tela o una pequeña mesa.”
Pero es difícil de imaginar a otra tierra, que nunca hayas visitado.
Nuestra Primera Visita
Hace tres años, al final, pudimos viajar a México juntos. Jason tenía 6 años. Yo tenía 7 anos de no ver a mi mama, y era mi segunda visita desde que me mude a Nueva York.
La primera vez, me fui a mi pueblo sola. Esta vez, volví con mi esposo Gustavo y Jason. Me sentí orgullosa de mi nueva familia, pero me puso nerviosa llevar a otras personas a mi casa junto a mí. Estaba llena de emoción de ver a mi familia esperándonos, y estar en casa de mi mama, disfrutando al máximo nuestra estancia para que Jason pudiera ver, tocar, admirar, respirar, en un ambiente diferente.
Llegamos hasta la casa en un taxi con cinco maletas. El taxi se paró, y abrimos las puertas para mirar los árboles, flores, y al final, mirar la carita de mi madre esperándonos, en la puerta de la casa. Nos abrazo, lloro, y beso a su nieto. En seguida presente a mi familia.
A Mami la encontré diferente, con más años. Su pelo no tan negro, ya en frente con canas. Su cuerpo más doblado, sus manitas maltratadas, con algunas molestias causadas por su edad. Su carita marchita como si la soledad le hubiese puesto la mirada triste. Esa impresión me dio su mirada, pero a los pocos minutos, sus ojos, cara, su voz, se llenaron de alegría y felicidad.
En la casa pude mirar y tocar mis cosas como fotos, libros, y mi cama. Jason le gustó la casa. El podía correr, gritar, brincar, y dejar ciertos objetos fuera de lugar sin que se viera un desorden. El dijo: “Mama, me gusta esta casa grande con jardín y poder tener un cuarto para mi solito.
Correr y Gritar
Tenia miedo de que a él no le gustara el lugar, tal vez el sabor de la comida, el agua, o la leche, o que pudiera su estomago rechazarla. Otra preocupación era que pudiera picarle algún animal peligroso porque tenemos alacranes, avispas, abejas y perros vagabundos.
Estuve al pendiente y una sorpresa para mi fue que nada de esto pasó. Al contrario él estaba curioso. Me preguntaba “¿Mamá, como se llama?” “¿Por qué está así?” “¿Qué hace?”
Al verlo caminar, y jugar libremente, sentí que él disfrutaba al igual que yo la naturaleza, y sentí paz, tranquilidad, y una gran felicidad.
A él le gustaba jugar mucho. De juguetes de New York llevó algunos carros y los Power Rangers- sus favoritos. En México cuando lo llevamos al centro del pueblo, le compramos unos caballos de juguete, y su papá le compró un tren. Como tenía más espacio, Jason hacía una línea grande con sus muñecos, los caballos, y el tren e imaginaba que viajaban una gran distancia.
‘Mami, Sí Me Gusta’
Me sentí muy feliz de verlo jugando, corriendo, y gritando con sus primos y con su abuela. Con mi familia estaba jugando, platicando, mirando todo lo que estaba cerca de él. Algo que no conocía, preguntaba (pero algunas veces mi familia me pedía una traducción, porque su español no era muy claro. El decía algunas palabras en inglés. Lo curioso fue que sus primas y hasta su abuela aprendieron algunas palabras en inglés.)
Un momento especial fue cuando estábamos recorriendo el campo silvestre con mi mamá, una hermana con sus hijas y nosotros. Ibamos de pantalones, sombrero, y camisa de manga larga para protegernos del sol.
Comimos frutas silvestres. Jason probó una fruta que se llama pitallas, y me dijo, “Oopsy, no me gusta.: Pero después me dijo, “Mamá, te mentí, sí me gustan porque son dulces y las hay de diferentes colores.” Fue especial simplemente estar con mi hijo en donde crecí y viví mi infancia muy feliz a lado de mis padres y hermanos.
Dejando un Parte de Mí
El día que teníamos que salir fue triste para todos, en especial para mi madre. Estaba muy preocupada porque menos mi hijo Jason, teníamos que cruzar la frontera como inmigrantes ilegales. Sus palabras fueron, “Por favor hijos vayan con cuidado, traten de estar juntos en todo.”
Para mí, fue muy doloroso dejar a mi hijo. Querí que tuviéramos el privilegio de volar directamente de México a Nueva York. Esa noche le dije a mi hijo “Vas a quedarte con tu abuela y cuando Papá y Mamá estén hasta nuestra pequeña casa en Brooklyn, NY entonces una persona de nuestra confianza vendrá por ti.”
Cuando nos íbamos, yo sentía que dejaba una mitad de mí. Me dolió mucho dejarlo. Solo lo abracé, le di un beso y le dije, “Pronto estaremos juntos.”
Mi viaje fue largo y difícil. Duro una semana y media. A las dos semanas de dejarlo estaba por fin con nosotros sano y salvo. Estaba con mucha alegría de poder sentir su cuerpecito en mis brazos y llenarlo de besos. Al fin pude decir, “Gracias, Dios mío.”
Volver aquí me dio alegría, nostalgia pero sobre todo la gran dicha de haber visto a mi adorado ser, mi madre.
Fotos de Recuerdo
Ahora mi hijo sabe y conoce los nombres de todos en nuestra familia, y a veces habla por teléfono con sus abuelos y sus primos. Cuando vemos fotografias de donde estuvimos con la familia, él dice, “Esta es Laura, Melissa, mis abuelas, Julia, Guillermina, mis abuelos....”
Tengo muchas fotos favoritas. Podría decir todas. En una, estamos en la casa de mi infancia. En otra, Jason está sentado en un burro. En una él está con sus primas (ahora, el dice que son sus hermanas.) Tenemos una foto de él con sus abuelos maternos y paternos, y una donde está jugando con sus juguetes. Finalmente, Hay una foto de toda la familia juntos.
Al ver las fotografías me dan alegría que tuvimos estos momentos y capturamos algunos en las fotos. Además siento en mí como si esos momentos de alegría los viviese otra vez en mi ser.
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