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Toda mi vida observé a mi madre tratar de cuidar a sus niños emocional y económicamente. No fue fácil. Mi madre tuvo 10 niños (ocho sobrevivieron) y ella y mi papá trabajaron duro, pero eran muy pobres.
Yo admiraba a mi mamá porque ella era muy fuerte, pero también estaba muy enojada con ella por tener tantos hijos. Tuve que vivir aparte de mis papás la mayor parte de mi vida, y era la segunda mamá de mis hermanos cuando todavía era niña.
Muy Lejos
Cuando era niña vivía con mis papás en la Ciudad de México, pero ellos siempre trabajaban. Mi mamá limpiaba casas y mi papá trabajaba en construcción.
Luego, cuando tenía 4 o 5 años me fueron a dejar con mis abuelos, los padres de mi mamá, con mis hermanos mayores. Me da tristeza que ella nos tuvo que dejar por tantos años para poder trabajar.
Hasta los 14 años, mi madre o mi padre nos visitaban cada quincena. Cuando visitaban, cada uno llegaba un sábado en la noche y se iba el domingo en la noche. Los extrañaba al principio, y cada vez que sabía que uno de ellos iba a llegar me daba mucho gusto. Pero no eran muy cariñosos porque se quedaban por solo una noche.
Era Una Madre Para Mi Hermano
Viviendo con mis abuelos, yo podía entender de la vida de mi mamá de niña. Era un lugar donde no había muchas casas, había mucha vegetación y animales.
Cuando yo entré a la primaria a los 6 años, tenía responsabilidades como llevar agua a la casa, cuidar los animales, y ayudarle a mi abuela a hacer tortillas. Mi abuelo era muy estricto. Mi mamá me intentaba dar una vida mejor para sus hijos.
A los 12 años, yo me fui a otro pueblo más grande en donde había luz, y tiendas. Viví yo sola con mi hermano de seis años porque tenía que estudiar tambien y se me hacía más fácil en este pueblo. Vivíamos en una casa grande con un patio grande y enfrente tenía un parque. Yo estaba encargada de mi hermano–cocinarle, bañarlo, darle de comer, hacer su tarea, y mandarlo a la escuela.
Yo tenía miedo de vivir sola. Por fin, dos años después, llegó mi mama con mis cinco hermanos menores.
Un Encuentro Doloroso
El dia de su llegada fue triste. Cuando ella llegó al pueblo, yo estaba en el parque jugando basketball. Aunque la vi entrar a la casa, no la fui a saludar por 3 o 4 horas. Yo estaba enojada con ella porque ella había tenido una bebé más. Sabía que la tendría que cuidar.
Cuando yo llegué a la casa, no la saludé. Pero yo me di cuenta que ella había llorado. Hasta el otro día yo le hablé y la abracé.
Yo quería que me abrazara y que me diera consejos y poder hacerle las preguntas que uno tiene cuando uno va creciendo. En realidad, fue difícil convivir.
¿Porqué Tuviste Tantos Niños?
Mi madre no nos pudo dar cariño, amor y atención porque ella siempre tenía que trabajar. Si estuviera con nosotros, no tendría suficiente dinero. Ella trabaja desde las 8 de la mañana hasta las 4 o 5 de la tarde. Me daba tristeza verla trabajar tanto porque ella llegaba cansada. Ella decía que le dolían los pies y la espalda a veces.
Todo le hacía a mi mama enojarse. Ella fue hija única y no entendía como son los niños. Si veía un zapato mal puesto se enojaba, y si estábamos ruidosos, también. Algunas veces, ella me decía cosas que me lastimaban, y a veces me pegaba. Mi mamá me mandaba a cuidar a todos mis hermanos.
Un día yo le dije, “Si tu no puedes cuidar a tus hijos, ya no tengas más.” Ella se enojó conmigo y me dijo, “ Cuando tú tengas tus hijos, vas a entender.”
Nunca me Voy a Casar
A los 18, yo decidí que quería estudiar y trabajar, y me mudé a Nueva York. No queria casarme porque pensaba que cuando uno se casa tiene que tener muchos hijos. También, me prometí que solo tendría un hijo, y como madre, queria tener paciencia y comprensión, y dedicar a mi hijo tiempo.
Cuatro años después, me casé porque conocí a un buen hombre, y tuve mi primera hija, Brenda. Los primeros meses, me sentía impotente de cómo cuidar, bañar, y darle de comer a mi bebé. Mi esposo y yo estábamos solos en Nueva York. No pienso que mi mamá se sintió tan inpotente porque ella estaba donde estaban sus padres..
Necesitaba a mi mamá más que nunca. Podía hablar con ella a veces pero el único teléfono estaba en una tienda en donde podían ir las familias a esperar sus llamadas. Era muy difícil comunicarse con ella.
Mi esposo también creció separado de sus Papás, vivió con sus abuelos. Por eso, no quería que trabajara sino que yo cuidara a Brenda en casa. Pero sentía que era muy importante a trabajar para apoyar a mis Papás y hermanos en México.
Cuando Brenda cimplió 3 meses, volví a trabajar en una fábrica de cortina de baños, doblando y empacando. Estuve trabando tres años. Yo dejé de trabajar porque Brenda tuvo muchos cambios en su vida– nos cambiamos de casa, y la señora que la cuidaba dijo que ya no podía.
Yo disfruté el tiempo con mi hija, aunque a veces hacía travesuras como cualquier niño, y no siempre tenía la paciencia que quisiera tener.
Peleas de Hermanos
Cuando Brenda tenía 8 años, decidimos tener un niño también. Diego nació, y dos años después, llegó Francisco. El llegó por sorpresa. Cuando yo me enteré que estaba embarazada, mi temor era, “¿Qué le digo a mi mamá?” porque yo le dije que no iba a tener muchos hijos.
Yo no estaba preparada para tener un tercer hijo. Yo me sentía mal porque Diego era todavía muy pequeño. Pensaba que necesitaba más atención. Durante el embarazo yo me sentia muy mal. Pensaba, “¿ Que voy hacer por mis hijos?”
No tenía tanto tiempo para Brenda después del nacimiento de Francisco. Mi hija comenzó a enojarse conmigo porque no la prestaba tanta atención como antes. Si estaba sentada en la cama, cargando a Francisco, Diego se me ponía encima. Esto no le gustaba a Brenda, y ella se iba a su cama.
Yo la decía, “¿Cómo estás? ¿Qué haces?” Aunque la invitaba a jugar, de enojada, me decía, “No quiero jugar.” Me ponía triste sentir que tal vez yo lastimaba a mi hija como mi mamá me lastimó a mí.
Me Siento Como Mi Mamá
Hay veces que me siento como mi mamá. Ahora que tengo tres hijos, la paciencia no me viene fácilmente. Cada uno quiere mi atención.
Cuando mi hija me hace enojar, me asusto de sentir que podría pegarle. Pero no lo hago. Me digo, “Pegarle no es bueno para mí ni para mi hija. Me tengo que controlar.” Me hago recordar, “Si yo le pego no voy a solucionar nada. Hablándole puedo lograr que me entienda. Si yo la lastimo tan pequeña, sin poder defenderse, no es correcto.”
Mi peor miedo no llegó a ser realidad. Yo no pongo a mi hija a cuidar a sus hermanos. Le digo que ella es responsable de ella misma. Tiene que hacer la tarea, bañarse, lavarse los dientes, y recoger su cosas. Pienso que eso es bueno para ella (pero siempre tengo que estarle rescordando.)
A diferencia de mi madre, tengo la suerte de poder quedarme en casa con mis hijos. Yo disfruto todo de ellos: verlos, jugar, compartir, y bailar con ellos. Disfruto sus sonrisas y sus enojos. Mi madre no pudo gozar y compartir la niñez de sus hijos.
Una Hermana, No Una Madre
Tengo una mejor comunicación con mi mamá ahora. Ahora ella ya tiene teléfono en la casa y hablo con ella de cómo está y cómo se siente. Ahora que ya soy madre la entiendo mejor que nos es tan fácil tener muchos hijos.
Quizás para mi mamá era correcto que yo cuidara a mis hermanos. Ella no tenía suficiente información de planificación familiar, ni bastante dinero.
Pero ahora que ya soy mamá, estoy feliz de que no enfrento la misma situación económica que tuvo mi mamá en México, y que puedo darle una niñez diferente a mi hija. Brenda juega con sus hermanos, pero no es responsable de ellos.